Singladuras por la ciudad líquida V

Cuando te regalaron una cámara digital, el primer día que hubo tormenta te asomaste al balcón y tardaste más de una hora en inmortalizar un rayo. De la misma manera que sentiste la desilusión al enterarte de que los padres eran los Reyes Magos, así te sentiste cuando viste el haz luminoso en la pantalla. Demasiado fácil pensaste. Regresaste a lo analógico. La cámara pesa y te hace sufrir de la espalda. Has quitado la tapa de la lente, tienes la cámara en las manos y un presentimiento. Enfocas y disparas. Miras en la pantalla el gondolero, ahora inmortal.

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