
Es tiempo de berrea y aunque la niebla no te permite ver ningún ejemplar, escuchas el sonido del deseo y la promesa de la cópula. Son mensajes lanzados de valle a valle, de montaña a montaña. Ruido de fondo al que no consigues poner rostro, ni cuernos. Dice tu amigo que es cuestión de esperar. Procedería entonces hablar de El desierto de los tártaros, pero callas. Baja la temperatura, oscurece y camino del coche algo se mueve rápido en la distancia. Es una hembra. Apuntas y disparas. No muere; vivirá para siempre en la fotografía que tú estás viendo ahora.
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