
Ya no eres un niño y sabes que cuando cierres los ojos la realidad no desaparecerá y seguirá ahí cuando los abras. Pero ahora sientes otra clase de miedo, menos específico, más terrible. Abrumado piensas que formas parte de un lienzo, que el edificio será borrado en cualquier momento, como sucederá también con los árboles, con las personas, hasta ser una mancha más de pintura al fondo. Decides convertir la amenaza en una oportunidad y ahí te espera la gloria, amigo: porque morirás para nacer en otro cuadro, en el Blanco sobre blanco de Kazimir Malévich. ¿Qué te parece, eh?
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