
Sabes quién hizo el cielo y la tierra. Pero luego hubo que edificarlo. Al alzar la mirada verás en el cielo en ruinas alguna promoción en marcha, porque el cielo no deja de expandirse y crecer hacia los confines. Las grúas juguetonas arañan la panza de burro celestial. Eso que se balancea en las alturas y te obliga a ir con cuidado buscando la vertical en la fachada de piedra parece una plancha metálica, o también la cama de un faquir. Sabes cuánta tierra necesita un hombre porque has leído a Tolstói. Respecto a cuánto cielo necesita, no sabrías precisarlo.
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