Una invitación a la lectura de William Shakespeare

Antes de llegar a la Plaza del Mercado, ahora Rastro dominical, deambulas por la calle Herrerías, reparas en las ménsulas de la fachada en la abandonada casa de Maximino Hijón, en las cabezas de león de la puerta, mientras piensas en la historia almacenada ahí detrás, pero superas el silente Orfeón, y frente a la persiana bajada, reina ahora el silencio, no el entrechocar de vidrios, ni las alegres canciones, tampoco las bravatas del disparatado y orondo borrachín alzando el vaso. Tan solo el olor acre de la fiesta. Sabes que todo es una invitación a la lectura de Shakespeare.   

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