Etiqueta: A salto de mata

  • Urdimbre

    Después de cruzar por un paso a nivel, comentas en un tuit que te vienen en mientes las Andanzas del impresor Zollinger. Resonancias: te gustaría tener el aplomo de Walser, aquella cachaza. Sin estar el suelo nevado, su imagen yaciendo en el blanco lienzo no se te va de la cabeza. A resultas del tuit, un amigo te dice que sufres El Mal de Montano. Estar enfermo de literatura te parece, puestos a enfermar, una de las mejores enfermedades que podamos arrostrar. Un pensamiento se abre paso: no has leído el libro de Vila-Matas con ese título. Otra tarea pendiente.

  • Costa blanca de bruma

    Surge la niebla del velero o el velero de la niebla, piensas. Un velero casi invisible si no fuera por el mástil, desvelado por la atenta mirada. El horizonte ha devenido un lienzo en donde pugnan los blancos y los grises; oculto el cielo. Piensas en Costa a la luz de la luna. Pero aquí no hay una hoguera, ni destellos, ni luz, ni asomo de vida: solo un blanco que no ciega, para una bruma que no cala, y en un horizonte apagado y sin perfiles. Parpadeas y el velero ya no está: ¿banco de niebla o agujero negro?

  • Casa okupada

    Que no había que poner puertas al campo, pero tú ni puñetero caso. Ahí está ahora el umbral que franqueas, la verja sin engrasar y chirriante. Hay una advertencia en el lamento que desatiendes; tú siempre erre que erre. Apartas las ramas de los ojos, las ortigas de los brazos, en esta casa ahora okupada, donde la naturaleza fue recuperando lo que era suyo. Sigues avanzando hasta que desapareces entre lo verde y es entonces cuando súbitamente espabilas, luchas, pataleas hasta ser escupido sobre el asfalto que nunca debiste haber abandonado. Anda, cierra la puerta, pon el candado y márchate.